Capítulo 238
La típica señorita de familia, criada entre paredes y sin poner un pie fuera, era exactamente lo que la señora Rivera consideraba el ideal de una nuera.

Vaya, pues perfecto.

Así Alejandro dejaría de controlarla todo el santo día.

Alejandro no pasó por alto la chispa de satisfacción que se dibujó en el rostro de Sofía.

Al verla, un fuego súbito le quemó el pecho.

¿De veras ansiaba tanto que él buscara a otra mujer?

—En un principio yo estaba muy de acuerdo con su compromiso —dijo la señora Rivera con voz solemne—. Pero después de estos meses de convivencia, me ha quedado claro que no son compatibles. Alejandro necesita una esposa que sepa encargarse de la casa, y… ya que la señorita Valdés tiene sus propias ideas, no los voy a forzar a seguir juntos.

Cada palabra llevaba implícita una crítica: Sofía, como prometida, no estaba a la altura.

Ella no dejó de asentir, como si aceptara la culpa sin reservas.

La señora Rivera lo que quería era un florero bonito: alguien para presumir afuera y
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