Capítulo 239
Alejandro apretó de golpe el brazo que sostenía.

Sofía soltó un quejido ahogado; el dolor le arrancó un jadeo y el sudor frío le perló la frente.

—¡Alejandro, me lastimas!

Él apenas entonces notó su propio arrebato. Miró y vio que sus dedos se habían clavado justo en la herida del brazo de Sofía, así que la soltó de inmediato, casi de manera instintiva.

Ella, en cuanto pudo, se apartó un paso, marcando distancia.

—Sea Mateo o Elías, nada de eso tiene que ver contigo. El compromiso entre nosotros terminó, no tienes derecho a meterte en mis asuntos. Lo acordamos desde antes.

Alejandro soltó una risa seca, helada.

—Así que es cierto… ya te arrimaste a esos dos.

—Piensa lo que quieras.

Sofía no tenía la menor intención de seguir perdiendo tiempo con él.

—Sofía, esos hombres están muy por encima de tu alcance. Ya veremos cómo un día vienes a suplicarme.

—Tranquilo, Alejandro. Ese día nunca va a llegar.

Dicho eso, Sofía se inclinó con dificultad, recogió la muleta del suelo y, cojeando, empe
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