—Pues… tuvo un pequeño altercado con unas compañeras, se lastimó la mano y por eso la llevaron al hospital…
La voz del rector sonaba evasiva. Luego, tanteando, agregó:
—Señor Rivera, tantas faltas tampoco son buenas. Al fin y al cabo, la escuela es para estudiar. ¿Usted no cree que sería mejor…?
Lo único que quería el rector era congraciarse con Alejandro.
Si él mismo había hecho pública la ruptura, estaba claro que Sofía lo había ofendido de alguna manera.
En ese círculo todos lo entendían, y un rector tenía que mostrar cuál era su postura.
Si Alejandro lo ordenaba, él no dudaría en expulsarla.
—¿Y cuando una estudiante resulta herida ni siquiera se toman la molestia de averiguar qué pasó?
La voz de Alejandro se tiñó de un filo glacial.
El rector titubeó, sin entender por qué estaba molesto.
Si Sofía había caído en desgracia con él, lo normal era que todos se le echaran encima. ¿No era así?
Aun así, se apresuró a asentir varias veces:
—Tiene razón, señor Rivera…
Alejandro respiró hond