—¿Ya terminaron? Tengo cosas que hacer en la tarde.
El consejero mostraba clara impaciencia.
Sofía lo miró desde la puerta. Sabía bien en qué posición estaba ahora: cualquiera se sentía con derecho a pisotearla.
Se volvió hacia el médico.
—Entiendo, doctor. ¿Podría recetarme algo, por favor?
—Claro.
El médico le extendió la receta y le explicó cómo debía tomar el medicamento.
Solo cuando todo estuvo en orden, Sofía tomó los papeles y se puso de pie.
—¿Ya acabaste? —gruñó el consejero desde afuera—. Si ya, me regreso de una vez.
—Profesor, esto es el reporte médico que me pidió el profesor Ruiz que le entregara.
Sofía le pasó el documento.
Él ni siquiera lo miró. Lo metió con desgano en el bolsillo y resopló:
—¡Entonces apúrate! No me retrases.
Avanzaba con pasos largos cuando Sofía lo alcanzó con voz serena:
—Todavía tengo que surtir la receta. El profesor Ruiz me dijo que, con una sola mano, sería complicado. Por eso le pidió a usted que me ayudara. ¿Se va a ir así nada más? ¿Cómo qui