—Dime.
—De tus crímenes yo no sé absolutamente nada.
—Ajá.
—Entonces, si de pronto me arrastras contigo, ¿no deberías darme al menos una salida segura para protegerme?
—¿Quieres decir que, si un día termino en la cárcel, también deba limpiar tu nombre?
—¡Yo no soy culpable!
—¿Y entonces de qué estás hablando ahora?
—Tú…
Sofía sabía perfectamente que Elías fingía no entender.
Con esos cien mil millones de pesos para lavar dinero, él tenía la certeza de que ella no se atrevería a decirlo en voz alta.
En cuanto lo confesara, ya no sería una simple testigo: pasaría a ser cómplice.
Y si un día caía la policía, aunque gritara su inocencia, no habría escapatoria.
Elías la miró ruborizada, con la furia asomándole en la cara, y soltó una sonrisa divertida.
—Hace un momento decías que eras valiente. ¿Y ahora te acobardas? En este mundo los riesgos grandes traen recompensas grandes. Si tiemblas, solo serás el escalón de alguien más. La ley de la selva nunca ha cambiado. Si quieres romper tu compr