—¿Sofi, él ya se disculpó?
Ante la pregunta de la doña, Sofía giró ligeramente la cabeza y miró a Alejandro.
Al ver que estaba a punto de responder, Alejandro percibió su mala intención y temió que dijera cualquier cosa frente a su abuela, así que de inmediato la tomó del brazo y la levantó de su asiento.
—Abuela, la señorita Sofía y yo tenemos algo que hablar en privado. Nos disculpamos.
Dicho esto, Alejandro se la llevó escaleras arriba con pasos firmes.
Tomada por sorpresa, la abuela exclamó:
—¡Alejandro! ¡Tú…! ¡Ella es una señorita! Si te atreves a hacerle algo a Sofi, ¡yo misma me encargaré de ti!
En el segundo piso, Alejandro arrojó a Sofía sobre la cama y enseguida cerró la puerta con seguro.
—¿Qué estás haciendo, señor Rivera?
Sofía se apoyó en la cabecera de la cama, mirándolo con diversión.
—Si la señorita Mariana se entera de esto, ¿qué pensará? Seguro que se pondrá celosa.
—¡Sofía!
Alejandro avanzó y le sujetó el cuello con frialdad.
—¿Te estoy dando demasiado privilegio? ¿