—Entendido.
Mateo echó un vistazo a la notificación del banco en su celular y, sin perder un segundo, le mandó un mensaje a Sofía .
Mateo Ruiz: "Todo listo."
Al leerlo, los labios de Sofía se curvó levemente.
Esta vez, Luisa se iba a llevar una buena lección.
Ese mismo día, ya se había regado la voz por cortesía de llamadas indiscretas de la propia Luisa de que la familia Valdés había reservado el salón de eventos más grande del Hotel Real.
Cuando le tocó pagar, Luisa tenía cara de vinagre.
Pero ahora que podía presumir de su estatus, no dejaba de reírse en cada llamada, como si temiera que alguien se quedara sin saber que había reservado ese salón.
Sofía, tras salir de la escuela, cambió su ruta habitual y se dirigió directamente a la casa familiar.
Apenas cruzó la puerta, alcanzó a oír la voz de Luisa por teléfono, hablando con las esposas de empresarios que integraban su pequeño club social.
—Ay, señora, ¡no se lo puede perder! Es el cumpleaños de mi hijo, y lo vamos a celebrar en e