Escuchar a Luisa hablar así le provocó a Alejandro un fastidio difícil de explicar.
¿En qué momento se suponía que él tenía que encargarse también de estupideces como esta?
—Señora Valdés, le aconsejo que recuerde cuál es su lugar. No se dé más importancia de la que tiene.
No hizo el menor intento por ser cortés. Colgó sin más.
Del otro lado de la línea, Luisa se quedó mirando la pantalla con el rostro descompuesto.
Nunca pensó que Alejandro no movería ni un dedo por esta cosa.
Pero ya lo había presumido por todos lados. ¿Y si al final no lograba organizar el evento? ¿Con qué cara iba a presentarse después en el círculo social de Ciudad Limón?
En ese momento, su celular volvió a sonar. Era una de esas damas de sociedad con las que tomaba té por las tardes.
—¿Es cierto eso que dices, señora Luisa? ¿Que tu hijo va a celebrar su cumpleaños en el Hotel Real? ¡Mi esposo dice que también quiere ir!
Luisa forzó una sonrisa que ni ella misma se creyó.
—¡Claro que es cierto! ¿Cómo podría no ser