—Vale.
Luisa recorrió con la mirada de arriba abajo al subgerente que la había recibido. Al notar que no se trataba del gerente general, frunció los labios y dijo con cierto desdén:
—¿No les dije que quería reservar un salón para el banquete? ¿Ya está todo listo? Quiero ver el lugar.
Al oírla, el subgerente, se inclinó ligeramente con una sonrisa forzada.
—Señora, le ofrezco una disculpa. Los salones de banquetes están todos ocupados por el momento, me temo que no podremos asignarle uno.
—¿Ocupados?
Luisa arrugó el ceño, visiblemente contrariada.
—¿Cómo puede ser eso posible? Hace apenas un momento llamé y en recepción me dijeron que sí había disponibilidad.
El gerente mantuvo su expresión cordial, aunque apenada.
—Sí, hace rato sí había… pero… un caballero vino y reservó todos los salones disponibles.
Pero a Luisa le importaban poco las explicaciones. Con el rostro endurecido, soltó con frialdad:
—¿Me está tomando el pelo? Aquí en toda la ciudad, famosos por organizar eventos de esa m