Mariana frunció el ceño con fuerza.
Antes, era ella quien acompañaba a Alejandro a todas esas cenas y galas, grandes o pequeñas.
Pero esta noche no era cualquier evento. La gala benéfica no solo reunía a lo más selecto de la ciudad; corría el rumor de que incluso asistiría Elías Casanova desde el extranjero.
¿Y quién en la ciudad no conocía el peso de ese nombre?
Era el amo y señor del juego sucio fuera del país.
Con su respaldo, uno podía andar por cualquier territorio como si fuera dueño del lugar, sin importar si era en el extranjero o aquí mismo.
Y justo a ese evento… Alejandro decidió llevar a Sofía.
—¡Pum!
El vaso de cristal voló por los aires y se estrelló contra la pared, dejando una mancha húmeda y pedazos rotos en el suelo. El rostro de Mariana se había puesto pálido de furia.
—¿Ya se fueron?
—Señorita… sí, ya se fueron —respondió la doncella con voz baja.
Supo en ese instante que Alejandro ya había llegado con Sofía a la gala.
Se miró en el espejo, con el maquillaje a medio