Cuando Sofía no aguantara más, vendría a buscarlo por su propia cuenta.
Mientras tanto, ella levantó ligeramente el dobladillo de su vestido para caminar con más soltura. Apenas había avanzado unos pasos cuando una voz chillona y condescendiente se dejó oír a su lado:
—¡Vaya, si no es Sofía! ¿Segura que no se equivocó de lugar?
—Claro que no. A saber qué clase de artimaña utilizó para venir con el señor Rivera. Y mira, ni bien llegaron y él ya la dejó plantada. Ni la voltea a ver.
—Todo mundo sabe que su corazón le pertenece a Mariana. Esa mujer solo vino a hacer el ridículo.
Las risas ahogadas y los comentarios venenosos flotaban a su alrededor como humo espeso. Sofía los escuchó con absoluta claridad, pero no se molestó en responder.
En su vida anterior, ella no había asistido a esta gala con Alejandro, pero sí recordaba haber escuchado que Elías se había fijado en Mariana gracias a un número de danza que ella presentó.
Sofía había visto bailar a Mariana. Dentro del círculo social,