—¿En qué piensas?

Mateo le dio un golpecito en la cabeza a Sofía con el libro que tenía en la mano.

En un instante, Sofía salió de su ensoñación sobre recuerdos de su vida pasada.

—¿Y ese golpe? —se quejó mientras se frotaba la frente.

—Obvio que te estoy buscando por algo —dijo Mateo con naturalidad, empujándole unos documentos.

Sofía los tomó y, al abrirlos, notó que se trataba de la autorización oficial para el terreno en las afueras del sur de la ciudad.

Al ver el contenido, soltó un emocionado yes sin pensar.

Mateo frunció el ceño.

—¿Tanta emoción por un simple permiso?

—Tú no entiendes. Estoy a punto de hacerme rica.

Mateo soltó una risa sarcástica al ver la seguridad con la que hablaba.

—¿Rica? Con un permiso. A lo mucho te darán algún subsidio estatal, y ni siquiera es mucho. Además, ese terreno es un baldío perdido en el sur. Ni con la autorización vas a sacarle gran cosa.

Claro que Mateo no tenía ni idea del verdadero valor que esa tierra tendría en el futuro.

Sofía la había