Sofía se tragó las palabras “estás loco” y se dio la vuelta, saliendo directamente de la oficina de Mateo.
El tiempo en la universidad pasaba volando, y para cuando se dieron cuenta, ya había oscurecido. Sofía y Luna salieron juntas del edificio de aulas.
En realidad, por la tarde no tenían clases. Sofía simplemente quiso quedarse más tiempo en la biblioteca.
Luna no estaba acostumbrada a verla tan aplicada. Desde aquella vez en la fiesta de compromiso, cuando Sofía se lanzó a la alberca, parecía que algo le había hecho clic en el cerebro.
Ya no perseguía a Alejandro como antes, y de pronto había descubierto un inesperado entusiasmo por el estudio.
—Nena, no necesitas matarte tanto estudiando —le dijo Luna con una sonrisa—. Total, con el dinero que tienes en casa, puedes vivir cómodamente por varias generaciones.
—Eso no tiene nada que ver —respondió Sofía—. El dinero va y viene; lo que hoy es tuyo, mañana puede no serlo. Pero lo que aprendes, eso sí se queda contigo. Nadie te lo puede