Sobraba decir que había recibido una gran dosis de veneno en sus venas.
“Quién sabe, incluso un hechizo en la entrepierna.”
Sí, la misericordia que a él faltaba, en ella ni siquiera existió.
Desde el momento en que Alessa Sinclair apareció en su camino, su mundo se tergiversó, dándole perspectivas nunca imaginadas. Probablemente era bruja, o algo parecido. Quién podía saber al respecto, porque esa niña lo impulsó a cometer crímenes piadosos, siendo paciente e indulgente, como nunca lo había sido antes. Pensamientos que nunca imaginó tener, y los llegó a tener por ella.
Ni siquiera fue una relación. Ni siquiera fue un acuerdo de exclusividad.
Ella era libre y él era libre.
¿Dónde estuvo la trampa? ¿Dónde estuvo la mentira?
Buscó mujeres por costumbre; morenas, rubias, pelinegras. Pero cuando el whisky le pegó fuerte en la cabeza, se arrastró con un tipo específico. Cabello de sangre, piel de nieve y ojos de chocolate. De algún modo, las encontró en cualquier parte, como si la imagen de