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Ni lágrimas al ayer, ni regreso al querer

Ni lágrimas al ayer, ni regreso al quererES

Cuento corto · Cuentos Cortos
Gloria  Completo
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Resumen
Índice

Fueron siete largos años amando a León, quien, finalmente, después de la muerte de su hermano, heredó el puesto de Alfa, y con ello, también la obligación de quedarse con su esposa. Por lo que, Jazmín, la mujer de su hermano, pasó a ser su Luna. Pero lo que más me dolía no era eso, sino cómo, después de cada noche junto a Jazmín, León venía a mi lado, con esa ternura que me destrozaba. Su voz suave, casi un susurro, siempre decía el mismo monólogo: —María, tú eres mi compañera. Cuando Jazmín quede embarazada y nazca el heredero de la Manada Flaroar, entonces ahí haré el ritual para marcarte. Decía que esa era la única condición que su familia le había impuesto para que pudiera tomar las riendas de la manada. Así pasaron seis meses, y, en todo ese tiempo, León y Jazmín estuvieron juntos más de cien veces. Al principio, era una vez al mes, pero, con el tiempo, todo cambió. Pronto pasó a ser todos los días, en los que pasaba noches enteras con ella. Mientras yo esperaba, sola y triste. Hasta que, finalmente, después de la centésima vez que me quedé despierta, aguardando su regreso, Jazmín quedó embarazada. Fue entonces cuando supe que el ritual de marcado estaba cerca... pero con él también llegó una verdad amarga, cuando mi hijo, con su pequeña carita llena de confusión, me preguntó con ingenuidad: —Mamá, ¿no dijeron que papá iba a hacer el ritual de marcado con su Luna, a la que ama? ¿Por qué no nos trae a casa? Le acaricié la cabecita, sonriendo con ternura, aunque por dentro me moría del dolor. —Porque... la Luna que él ama no soy yo. Y mientras lo abrazaba con fuerza, como si pudiera protegerlo de toda la maldad del mundo, susurré: —Pero no te preocupes, amor, te llevaré a nuestra casa. A nuestro verdadero hogar. Lo que León nunca supo… era que, como hija única del Rey Alfa del norte, jamás me importó realmente ser la Luna de la Manada Flaroar.

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Capítulo 1

Capítulo 1

Me desplacé del Norte por León. Mi padre, el Alfa Rey, siempre pensó que él no era lo suficientemente bueno para mí, su hija, la futura heredera. Pero yo, por amor, dejé todo atrás: renuncié a mi herencia, escondí mi identidad y me fui con él, a escondidas.

Nunca imaginé que nuestra relación no duraría ni cinco años… y mucho menos que pronto tendría que alejarme de su lado. Pero regresar al Norte... eso no iba a ser nada fácil.

Recuerdo a mi padre, desesperado, suplicándome que no lo hiciera. Su mirada dividida entre la preocupación y el enojo... Y un retorcijón en el estómago me hizo cerrar los ojos, sintiendo un miedo extraño que no podía quitarme. Trataba de reconectar con la loba que llevaba dentro, con mi familia, con todo lo que dejé atrás.

Fue entonces cuando lo sentí: el aroma a rosas, tan fuerte que me hizo estremecer. León, de regreso, me abrazó por la espalda, apretándome con fuerza.

—¿Te desperté? —me preguntó en un susurro, junto a mi oído—. Aún es temprano, ¿no quieres dormir un poco más?

Lo que él no sabía es que cada vez que se iba con Jazmín, yo fingía estar dormida… pero en realidad me quedaba despierta, esperándolo. Él, que últimamente pasaba todas las noches con Jazmín, siempre volvía con ese inconfundible aroma a rosas que ya no podía ignorar. Por lo que, con desdén, lo empujé lejos de mí:

—Ve a bañarte. Hueles muy mal.

León se quedó oliendo su ropa, incómodo, antes de soltarme, un poco avergonzado:

—Perdón, María. No quería ignorar cómo te sientes. Últimamente he estado más con Jaz... ¿Te molestó? Si quieres, procuraré pasaré más tiempo contigo. ¿Está bien? Creo que ella lo entendería…

Sin embargo, yo no respondí, y me limité a mirarlo en silencio mientras se dirigía al baño.

¿Desde cuándo necesitaba su permiso para estar conmigo? Si alguien ajeno hubiera visto esa situación, podría haber pensado que yo era la que estaba rompiendo la relación entre el Alfa y su Luna.

Unos minutos después, León salió del baño envuelto solamente en una toalla, con el agua escurriéndose por su cuerpo, resbalando lentamente por sus abdominales. Era el mismo León sexy y atractivo que había conocido hacía siete años.

Aquel día, por mi imprudencia, me escapé del Norte y acabé en una emboscada de un clan rival. Fue él, casualmente, quien justo pasó por allí y me salvó... sufriendo una herida por mi culpa.

Mientras le curaba la herida, no pude evitar notar cómo se secaba la sangre que caía por su abdomen, con la camiseta mojada. En ese momento, me había ruborizado al instante, y me había visto obligada a apartar la mirada rápidamente, pero él me detuvo con firmeza:

—Te salvé la vida. Desde ahora, eres mía. Me enamoré de ti a primera vista. Serás mi única compañera. Puedes mirarme todo lo que quieras. ¿Qué te parece?

De vuelta en el presente, al ver que no podía apartar la mirada de su cuerpo, León soltó una carcajada y me abrazó con fuerza, mientras me decía:

—¿Quieres ver más, mi amor? Te daré el gusto.

Con una sonrisa traviesa, tiró de su toalla para quitársela, pero yo, con la expresión dura, giré la cabeza. Ya no era el mismo. Ese aroma a rosas, tan ajeno, tan de ella… no desaparecía, sin importar cuántas veces se bañara. ¡Me repugnaba!

Sin embargo, no pude empujarlo de nuevo, porque, justo antes de que pudiera reaccionar, un fuerte golpe en la puerta interrumpió el momento. Era la sirvienta de Jazmín.

—¿Llamaron al médico? ¿Por qué de repente se siente mal?

Al escuchar que Jazmín no se encontraba bien, León no dudó ni un segundo. Me apartó rápidamente y comenzó a vestirse a toda prisa.

—¿No andaba bien cuando estaban en la cama? —pregunté, sin poder evitarlo.

Solo cuando León notó mi mirada espesa, se giró hacia mí, visiblemente avergonzado, y, con un tono un poco titubeante, dijo:

—Voy a ir, pero volveré rápido. Mi hermano murió, y Jazmín ahora solo tiene a mí. Cuando regrese, seguimos con lo nuestro.

Le sonreí, una sonrisa suave y dulce que lo calmó lo suficiente como para marcharse, otra vez, dejándonos a mi hijo y a mí atrás.

Siempre era igual. Para estar conmigo siempre necesitaba el permiso y la comprensión de Jazmín, pero para estar con ella… nunca necesitó mi aprobación. Con ella todo era distinto. Él solo quería que yo lo esperara, sin plazos ni condiciones. Pero yo ya no podía seguir viviendo en esa mentira.

Porque, aunque él aún no lo supiera, a mí ya me habían dado la noticia de que él y Jazmín harían el ritual de Marcado.

Pensando en esto, cerré los ojos, dejando que la loba que había tenido encerrada tanto tiempo dentro de mí tomara el control.

Su falsedad solo haría que fuera más fácil largarme, con mi hijo, lejos de él.
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