La gala había alcanzado su clímax entre risas educadas, copas brillando bajo los candelabros de cristal y palabras medidas entre los peces gordos del imperio empresarial ruso. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que se notara una ausencia inesperada.
Mikhail Baranov había abandonado la gala.
Sin una palabra, sin una mirada hacia nadie, el poderoso hombre salió de aquella sala iluminada como si su presencia jamás hubiera estado allí. Solo Viktor y Dimitri lo siguieron. El silencio que dejaron sus pasos resonó más fuerte que cualquier música de fondo, dejando una tensión invisible, pero densa, flotando en el aire.
Por primera vez en años, Mikhail rompía el protocolo de su propia imagen: la de un hombre que nunca dejaba un evento hasta haber demostrado su dominio absoluto sobre el entorno. Nadie entendía la razón. Nadie, excepto quizá, Alexandra Morgan.
—Solo necesitaba aire —comentó Veronika con una sonrisa mecánica cuando algunos rostros notaron la ausencia. Su tono despreocupad