Las luces de cristal colgaban del techo como constelaciones cuidadosamente dispuestas, brillando con arrogancia sobre los trajes oscuros y los vestidos de alta costura. La élite de la mafia rusa estaba mezclada con los Grandes Empresarios que habían acudido a la esperada gala, rodeada de lujo, copas de champán y una sinfonía de conversaciones entre poderosos. Todo parecía seguir el curso habitual de esas reuniones, hasta que la puerta principal del salón se abrió de nuevo… y el aire pareció volverse más denso.
Antonov ingresó primero, caminando con su elegante traje negro a medida y una sonrisa segura. A su lado, avanzando como una reina, Alexandra Morgan. El sonido de sus tacones resonó como una melodía de advertencia. Las miradas se desviaron inevitablemente hacia ella… y nadie volvió a hablar.
Llevaba un vestido negro de seda que caía como una segunda piel sobre su figura. El diseño abrazaba su cintura, resaltando su silueta con una sutileza peligrosa. Un solo tirante asimétrico re