La noche moscovita se extendía sobre la ciudad como una promesa de secretos. Bajo la opulencia del Hotel Astoria, en una de las suites privadas del último piso, el silencio era denso, tenso, cargado de algo que aún no tenía nombre.
Veronika Dubrovskaya entró en la habitación sin anunciarse. No lo necesitaba. Su presencia hablaba por sí sola. Envuelta en un abrigo largo de lana gris perla, su cabello recogido con una precisión casi militar y sus labios teñidos de rojo sangre, parecía una emperatriz moderna recién bajada de un trono helado.
Kareem Al-Hafez ya la esperaba.
Veronika se quitó el abrigo con la calma de quien sabe que cada gesto suyo es un arma. Lo colgó en el respaldo de un sillón de terciopelo y caminó hacia la ventana, donde la ciudad palpitaba a lo lejos entre cristales empañados por el vapor del vino caliente que se servía en la calle.
— Siempre será un placer ver a una mujer tan bella — Expuso Kareem con una sonrisa — No entiendo como Baranov piensa en otras mujeres an