Las luces del gran salón brillaban con una intensidad cálida, reflejándose en las copas de cristal y las superficies doradas de la decoración. El murmullo de conversaciones elegantes y risas contenidas llenaba el aire, mientras los empresarios más influyentes de Moscú se reunían aquella noche para la esperada Cena de Inversiones Internacionales. Todo era protocolo y lujo. Hasta que, repentinamente, el ambiente pareció detenerse.
Las puertas dobles se abrieron lentamente, y todos los presentes giraron sus rostros. Los murmullos se esfumaron. La orquesta dejó escapar una nota sostenida como si la música también hubiese quedado suspendida en el tiempo.
Alexandra Morgan había llegado.
Vestía un vestido largo de satén negro que abrazaba su figura con una elegancia casi irreal. El escote era sutil, pero suficiente para captar miradas. Su espalda quedaba al descubierto, y la caída del vestido acariciaba el suelo con la misma suavidad con la que ella caminaba. Llevaba el cabello recogido e