Cuanto más continuaba, más sangriento se volvía. Le sangre espesa salpicaba el suelo del patio, el olor revolvía mis entrañas... el solo pensamiento de que Jorge sangraba me estaba enviando a un estado frenético de pánico, uno en el que me negaba a hundirme.
Tenía que mantenerme fuerte y enmascarar cualquier emoción. No podía permitirme hacer que Jorge se distrajera, que perdiera la concentración, ni siquiera por una fracción de segundo, porque Tomás usaría eso en su contra.
Ambos luchaban como Alfas, ambos eran fuertes, pero Tomás estaba empezando a mostrar signos de tensión, de dificultad para continuar a ese ritmo.
Supongo que el tiempo y la energía superaban a la edad.
Puñetazo, rasguño, patada... ya se estaban desarrollando moretones en la piel visible de ambos. El silencio que nos rodeaba era ensordecedor, hasta la invasión de guerreros se había detenido, los miembros de la manada Desierto Ámbar se tomaron un momento para recuperarse y contar a sus muertos.
Se sentía como si el m