—Pasaste la noche al lado de la carretera, ¿si o no?
—Eso no importa. —le lancé una mirada fulminante; acababa de usar mi vulnerabilidad como un arma cargada contra mi propia madre.
—Afortunadamente para Clío, yo estuve allí para ayudarla, estuve allí para ofrecerle un techo.
—Esperando a la sombra, más bien. —la voz de Héctor resonó.
—Clío, nos vamos. —mamá insistió de nuevo, pero no era tan fácil.
—Como dije, eso no es posible. —Tomás se dio la vuelta, alcanzando la pintura en la pared detrás de su escritorio, que retiró para revelar una caja fuerte oculta, la abrió y sacó un documento que le entregó a papá.
—¿Qué es esto? —papá lo tomó de mala gana con los ojos fijos en mí.
—Es un acuerdo entre Clío y yo.
—¿Acuerdo? —mamá miró a papá, con el puro terror reflejado en sus ojos.
—Orfeo, ¿qué es?
—Es un contrato... un contrato entre ellos dos. ¿Firmaste esto? ¿Me estás diciendo que realmente lo firmaste? —papá nunca había mostrado estar decepcionado de mí, ni siquiera cuando me encontró