Punto de vista de Carla
La luz del día se desvanecía y los suaves rayos del sol poniente entraban en la habitación del hospital con la mezcla artística de colores del atardecer. El sol ya no estaba tan caliente. Los rayos ofrecían un resplandor anaranjado en lugar de la fuerza amarilla del mediodía.
Había permanecido con Rosa toda la tarde. Ella había dormido todo el tiempo.
Me invadió un ligero pánico al pensar que tal vez había hecho algo mal, que le había quitado demasiada energía. Mi loba seguía tranquilizándome, asegurándome de que había funcionado a la perfección, pero no quería dejarla sola, por si acaso.
Su respiración era estable, y le pedí al médico que la revisara una y otra vez. Me aseguró que realmente solo estaba dormida.
El padre de Rosa entró apresuradamente por la puerta, con la cabeza gacha y los hombros caídos. Era evidente que solo hacía unos momentos le habían informado quién había estado con Rosa mientras su compañera dormía.
—Perdón, Luna. —sus ojos estaban inyec