Punto de vista de Carla
Tan pronto como desperté, supe que aún estaba atada por las cuerdas.
Yacían pesadas sobre mi pecho y torso. Sin embargo, en lugar de causarme dolor, estaba tan delirante por su tacto, por su agarre, que creaban cosquilleos y chispas que bailaban en lugar de devorar mi carne.
Intenté zafarme de ellas de nuevo, hasta que de repente desaparecieron y mi pecho ya no estaba restringido, podía respirar de nuevo.
Mis ojos se abrieron cuando unas manos aplicaron una ligera presión sobre mi rostro, y escuché que alguien me llamaba por mi nombre.
—Carla... Carla... —Una voz cálida y preocupada me llamaba.
¿Por qué Salomón estaría preocupado? Él era quien me había metido en esa situación desde el principio.
Intenté zafarme de su agarre, luché contra él cuando mis ojos se abrieron a un techo blanco resplandeciente.
—Cálmate, Carla, soy yo, estás a salvo ahora. Ya salimos. —La voz de Héctor intentaba calmarme, pero sabía que debía ser una trampa, debía ser el sedante jugando