Punto de vista de Héctor
—No sabía que eras un blando para damiselas. —Orfeo encontraba la actual situación de Carla y mía, risible.
—Si tus hombres no me hubieran detenido, ya casi estaría en mi manada. —Contesté con dureza, sin apreciar su sentido del humor mientras mi compañera seguía inconsciente en mis brazos.
—Sabes las reglas, habrías hecho lo mismo. De todos modos, tu aura es difícil de ocultar, Héctor. ¿Y cuál es el nombre de tu damisela?
—No es una damisela, es mi compañera y fuimos emboscados. —Respondí acostándola en una cama de hospital, mientras el personal médico se movía a mi alrededor para conectarla a las máquinas.
No, no otra vez.
—¿Nombre de la paciente? —Un médico entró en la habitación, sus ojos cambiaron en cuanto vio nuestras ropas cubiertas de sangre y las quemaduras en nuestros cuerpos. Salomón sabía lo que estaba haciendo.
Las suyas sanarían, las mías dejarían cicatrices. El veneno de lobo y la plata tenían resultados muy diferentes. Excepto en sus manos, la