Acaricié suavemente la cabeza de Elena, mientras sostenía su mano más cercana a mí. En tan poco tiempo, ella había significado tanto para mí, comenzaba a sanar esa parte de mi alma que había quedado hueca desde que perdimos a nuestra madre... nuestra madre. Una madre que nunca llegamos a conocer.
—No sé si puedes oírme... estoy segura de que de alguna manera puedes... pero solo quiero que sepas que ya no te culpo. Ahora que te conozco, que sé quién eres realmente... cuán diferente eres de la villana que te pinté, todo lo que tengo es amor y admiración por ti.
—No sé cómo lo sobrellevaste, pero si despiertas, quiero que sepas que nunca más estarás sola. Siempre estaré contigo, al igual que padre. —continué acariciando su cabello y dibujando círculos en su mano con mi pulgar.
En verdad... no creía que fuera a despertar. Estaba muy débil, su pelea con Tomás solo había absorbido cualquier energía que le quedaba. Sería un milagro si esto funcionaba y sabía muy bien que no debía ilusionarme.