Una bala atravesó la madera en lugar de carne.
Solté lentamente el aire que había contenido en mis pulmones a través de mis mejillas hinchadas, calmando mi ritmo cardíaco... solo para que Lucas entrara por la puerta.
Me miró con una ceja alzada, pero no levantó las manos en señal de rendición... solo me clavó una mirada fija. Como si cualquier movimiento brusco pudiera empujarme al límite y hacerme disparar. No vi miedo en sus ojos, solo una expresión estoica que me espera.
Tan pronto como mi mente se reconectó con el cuerpo, respiré hondo.
—Casi te disparo. —suspiré mientras bajaba la pistola, poniendo de nuevo el seguro.
—Lo veo. —respondió con cara seria.
—Y Lobo casi te muerde. —rodé los ojos mientras mi cuerpo comenzaba a relajarse, la adrenalina disminuía. Lobo gruñó a mi lado hasta que Lucas se arrodilló y le dio una palmadita en el muslo superior.
—Ven aquí, chico...
No podía estar hablando en serio. El único macho al que Lobo permitía acercarse era papá, y solo porque vivía en