Miré mi vaso. La soda no me satisfacía como los chupitos, pero le había prometido a Javier que cuidaría de su chica y las demás. No podía hacerlo bien borracho.
Ya sentía cómo el efecto del alcohol se disipaba en mi sangre. No tardaría en estar sobrio para llevarlas de vuelta a la Manada del Fantasma Oscuro.
—Le prometí a Javier que cuidaría de ustedes.
—¿Por qué? ¿Dónde está Javier?
—Se fue con Jorge.
—¿Se han ido? —Se giró hacia la puerta con tal brusquedad que casi se cayó del taburete. Mi mano se posó en su espalda baja para estabilizarla. Me acerqué más, esa atracción frenética hacia ella solo se intensificaba. Maldición, quizá había bebido más de lo que creía.
—No te preocupes, me aseguraré de que llegues a casa segura... incluso sin tu novio, si eso es lo que quieres. —Sonreí y le aparté un mechón de su pelo de su oreja con mi mano libre, que lo coloqué detrás de su hombro.
—Perdón, no te oí. ¿Qué dijiste...? Aquí hay mucho ruido. —Se volvió, su cuerpo ahora entre mis piernas.