Alexa se encontraba en la universidad, fingiendo ser una estudiante común, una humana más entre la multitud. Pero su verdadero objetivo rara vez tenía que ver con los estudios. La rutina académica solo era la máscara que usaba para acercarse a algunos hombres: unos que la satisfacían, otros que terminaban desapareciendo bajo sus manos. Obviamente sin dejar rastro alguno, ya que ella no dejaba pistas, cuando ellos se acercaban, algunos eran de otras universidades o conocidos.
Ese doble juego la agotaba. Estaba harta de ser una loba, cansada de sentir que su destino estaba marcado por la sangre. En el fondo, lo único que deseaba era ser humana: Sentírse amada, enfermarse, reír, llorar, enamorarse sin miedo, vivir emociones reales. Pero desgraciadamente pertenecía a una raza que, por instinto, asesinaba. Y eso era lo que más la atormentaba.
Con los hombres, intentaba ser paciente, mostrarse limpia, normal. Pero en cuanto sus instintos animales despertaban —y peor aún, cuando la parte vam