Capítulo 18. Parte 2
Diego:
Me encierro en la que es hace un tiempo mi habitación, y ahí me quedo, mirando hacia la nada, sin entender lo que estoy viviendo, con una tristeza que me llega al alma, y no por mí que soy un adulto, sino por mi hijo, un chico inocente, que no entenderá jamás que su madre no lo quiere. Sin poder evitarlo, la primera de muchas lágrimas recorre mis mejillas, olvidando que dicen por ahí, que los hombres no lloran; no obstante, no es cierto, pues aquí estoy, llorando con angustia, y soy un hombre, y no he dejado de serlo jamás.
El sonido de mi celular me hace mover de mi sitio, fijándome que se trata de Roberta. Suspiro por la ayuda brindada, y agradezco al cielo que haya decidido por voluntad propia llevarse a Marcus a casa de su hermana, un lugar cálido, donde viven sus sobrinos, y mi hijo es bienvenido.
Me recuesto sobre la cama, y lo primero que se me viene a la mente es Antonella, por lo que decido dejarle un mensaje, esperanzado de que su esposo no la descubra y pueda prestar