La casa dormía.

El silencio era espeso, casi artificial, como si la oscuridad se hubiera colado por cada rendija. Maksim lo sabía bien. Llevaba semanas observando, estudiando los patrones de la casa. Cuándo entraba Aaron, cuándo se retiraba Lía, cuándo Brooke solía estar sola.

Esa noche era perfecta.

El plan era claro: entrar, llegar hasta el despacho de Aleksei y conseguir los documentos que necesitaba para negociar con la policía. No había vuelta atrás. O sacaba esa información… o caería con el resto.

Y todo había empezado a torcerse desde que Irina había descubierto su juego. La muy zorra lo había olido antes que nadie. Lo había confrontado sin rodeos. Y entonces el chantaje había sido inevitable.

"O me ayudas a acercarme a Brooke, o le cuento a Aleksei lo que estás haciendo. Y entonces, a ti te matará antes que a mí."

Maksim no había tenido opción. Le había abierto una rendija. La había ayudado a moverse sin ser vista, siempre con la promesa de que sería la última vez. Que no esta