La mañana llegó sin piedad. Brooke no había dormido más de dos horas y su cuerpo lo sentía. Aun así, se obligó a salir de la cama. La mente le iba demasiado rápido como para descansar, y lo último que necesitaba era quedarse atrapada en sus pensamientos.
Recordaba cada segundo de la noche anterior. La fiesta en casa de Clara. Ethan. Aleksei irrumpiendo en medio del baile como una sombra. La discusión. El beso. Sus palabras. Ese “eres mía” que aún la hacía temblar aunque ya estuviese de vuelta en casa.
Pero también recordaba su propia reacción. Lo había besado de vuelta. Se había aferrado a él, como si fuera un ancla o un precipicio. Y no estaba segura de cuál de las dos cosas era más peligrosa.
Se duchó en silencio, como si el agua pudiera borrar la sensación de su piel quemando. Luego se vistió con unos vaqueros y una camiseta sencilla. Ni siquiera se molestó en maquillarse. No estaba de humor para fingir normalidad.
Bajó a la cocina. Su madre ya se había marchado. En la encimera hab