Trampas, amenazas y un misterio (1era. Parte)
La misma noche
Cardona, Cataluña
Camila
Comprendía la resistencia de Mateo a dar por cerrada nuestra historia, porque hubo cariño, amistad, a la vez errores, heridas que nos lastimaron, pero eso no le daba derecho a interrogarme sobre mi vida; más bien debía aceptar que ya no había un nosotros.
Por un instante me desconcertó su pregunta directa sobre mi relación con Iván. Sentí cómo la sangre abandonaba mi rostro, pero logré reaccionar. Tragué saliva, apreté los puños y le respondí:
—Mi vida privada ya no te incumbe —dije con la voz baja, temblando entre rabia y miedo.
—Entonces lo admites… —susurró, acercándose un paso más—. Sabía que había algo entre ustedes.
—¡Basta, Mateo! —exploté, alzando la voz—. No tienes derecho a interrogarme, dejé de ser algo tuyo hace tiempo.
Por un momento solo se escuchó nuestra respiración, entrecortada y tensa. Él me observó con una mezcla de dolor y orgullo herido, mientras yo me esforzaba por mantener la calma, sintiendo el pulso desbocado en las sie