Silencios peligrosos (2da. Parte)
El mismo día
Málaga
Camila
Lo prohibido había sido excitante hasta que empezó a volverse en mi contra; entonces dejó de ser placer y se volvió riesgo, una debilidad que podía costarme todo. Mi relación con Iván me llevaba al borde del precipicio: me seducía, me empujaba más allá de lo prudente y, al mismo tiempo, me exponía frente a la familia. Una sola sospecha y me tildarían de traidora; empezaría la guerra, y no dudarían en atacarme hasta mi abuela Beatriz. Por eso debía priorizar la frialdad: una máscara impenetrable ante cualquier insinuación.
Andrés era el que más me preocupaba. Disimulaba con la pose del conciliador, del espectador imparcial, pero yo sabía cuánto daño podía hacer el que espera callado hasta el minuto exacto. Lo tuve aquella tarde en mi oficina; su sonrisa contenía promesas y cuchillos. Me miró con aire de quien prueba a ver cuánto puede empujar.
Con una ironía calculada, rompí el silencio.
—Andrés, del único lado del que estoy es del mío. Cuido mis intereses co