Secretos que pueden matar (1era. Parte)
El mismo día
Málaga
Camila
Dolida, traicionada, y quizás furiosa con Iván por haber actuado a mis espaldas apoyando a Andrés como presidente, pero sobre todo con miedo a lo que vendría: una guerra sin fin donde temía por su vida. Su jugada había dejado en ridículo a Ramiro, herido su orgullo, y alguien como él, sediento de poder, ya no pensaba: actuaba impulsado por el odio.
Aunque Iván parecía convencido de haber logrado una pequeña victoria, no veía el error que había cometido al entregarle la presidencia a Andrés. La lealtad no figuraba en el diccionario de ese hombre; jugaba en dos bandos, protegiéndose a su manera. Darle poder fue convertirlo en una bomba lista para estallar, y todos íbamos a pagar las consecuencias.
Sin embargo, en medio de una de nuestras discusiones, sentí un leve mareo. En ese instante mi mente se disparó con mil hipótesis: ¿estrés? ¿cansancio? ¿o lo más obvio… un embarazo? Lo peor fue la expresión de Iván: una mezcla de preocupación, desconcierto y… ¿miedo?