Sangre y silencio (3era. Parte)
El mismo día
Málaga
Iván
El dolor, la rabia y el miedo se amontonaron en mi pecho cuando el doctor terminó de hablar. Cada palabra era una herida nueva que no alcanzaba a cerrar; me dejó con un nudo en la garganta, con el alma hecha trizas. Camila seguía viva… pero habíamos perdido a nuestro hijo.
Sentí cómo el mundo se me venía abajo. Todo lo que había creído controlar —la venganza, la rabia, la justicia— se volvió un eco vacío frente a esa noticia. Y entonces lo vi. Ramiro.
Con esa expresión fría, fingiendo compasión, pero en su mirada había algo... un destello que olía a burla. Y no soporté más.
La rabia estalló sin aviso. Lo empujé, lo golpeé, sentí sus puños devolverme la furia, pero ya no me importaba. Quería destrozarlo, arrancarle de la cara esa sonrisa hipócrita. Él era el culpable del accidente. No solo yo lo creía: todos lo pensaban, aunque aún no tuviéramos pruebas.
Ramiro se limpió la sangre del labio y me lanzó una mirada cargada de odio. Antes de que todo se desbordara,