Lo que callamos (3era. Parte)
El mismo día
Málaga
Ramiro
La debilidad de Andrés, bien utilizada, podía ser la llave para descubrir el misterio que rodea al bastardo de Iván. Pero sabía que no lo haría por su propia voluntad; había que presionarlo, mover sus piezas hasta obligarlo a colaborar. Y si se negaba… la violencia era una posibilidad, aunque tuve que soportar su voz exagerada, sus reclamos como una mujer histérica.
Y ahí estaba Andrés, sentado frente a mí, su mandíbula tensa y los dedos tamborileando sobre la mesa como si estuviera listo para atacar.
—¡Me amenazaste, cabrón! —su voz retumbó, cargada de rabia—. A mí, que todo el tiempo te he apoyado con nuestra madre… me he hecho de la vista gorda para no delatar tus robos a la familia, ni te he reclamado un puesto en las empresas.
Me recargue en la silla con mi rostro cansado.
—No me vengas con ese numerito de hombre ofendido —repliqué, la voz fría y cortante—. Siempre has sido un inútil causando problemas. Y ahora que te pido algo, te haces el difícil. ¿Si