Entre la tentación y la trampa (3era. Parte)
El mismo día
Málaga
Camila
A veces, por más que duela, la sensatez debe imponerse. No es bueno permitir que el corazón siempre tome las riendas, porque, aunque parezca noble, es un guía traicionero. El corazón promete certezas, pero en realidad nos deja a la deriva de impulsos ciegos que terminan por arrastrarnos a lugares de los que después cuesta salir.
La verdad es que, si queremos mantenernos a salvo, debemos rebelarnos contra esa voz que late fuerte y confunde con ilusiones. No se trata de apagarlo, sino de no entregarle todo el poder. Porque cuando lo hacemos, dejamos la puerta abierta a errores que podrían evitarnos si hubiéramos dejado que la cabeza interviniera.
Nunca debemos caer en esa trampa de preguntarnos ¿qué elijo, la razón o el corazón? Porque en el momento en que dudamos, en que lo ponemos a votación, ya habremos perdido la partida antes de comenzar.
Lo sabía. No podía dejar mi suerte en manos de mi corazón, no con el peligro que significaba la propuesta de Iván, no