Entre enemigos y aliados (2da. Parte)
El mismo día
Málaga
Camila
No podía taparme los ojos ni seguir confiando en Iván cuando todo me empujaba a sospechar de él. ¿Cómo creerle? ¿Cómo tener la certeza de que su venganza no pesaba más que su conciencia? Y aun así, tenía un punto a su favor: Ramiro era capaz de incriminarlo, pero yo estaba agotada de sentirme en medio de una batalla silenciosa, donde cada quien aparentaba mientras apuñalaba por la espalda.
Era normal exigirle conocer lo que ocultaba, ese muro que él mismo había levantado entre nosotros con su silencio. Si debía apuñar mi corazón para obtener la verdad, lo haría; pero no podía seguir a su lado caminando a ciegas.
Su mirada, llena de dolor, lo decía todo y a la vez nada. Cada parpadeo, cada tensión en su rostro, me hacía contener la respiración. Finalmente, su voz rasgó el silencio.
—Prefieres sacrificar lo que sentimos porque no ves lo evidente —dijo, la voz tensa, un hilo de desesperación—. No secuestré a Andrés… sé razonable, Camila.
—Tú quieres sacrificar