En el auto de regreso, no hablamos. Pero el silencio no es incómodo, espeso. El tipo de silencio que pesa y que dice cosas sin decirlas. Cuando llegamos al ático, hacemos el camino de la misma manera y segundos después avanzamos por el salón de la fría casa de Alexander. Me quito el calzado y suelto un suspiro mientras avanzo por el lugar con él, siguiéndome de cerca. Pongo la mano en la manilla de la puerta cuando él se detiene
—Buena actuación esta noche. Pero necesito que sigas las reglas para la próxima —murmura rompiendo el silencio abrazador.
—Gracias. A ti tampoco se te da tan mal fingir. Y simplemente intenté ser un poco humana y menos un robot. Deberías probarlo. —Replicó abriendo la puerta y entrando.
—Nicole. —Su voz me detiene.
Me giro y lo miro.
—¿Sí?
—No vuelvas a hacer lo de esta noche. ¿me entiendes? Tenemos un trato y hay que seguirlo como acordamos.
Entrecierro los ojos cuando escucho sus palabras.
—¿En serio me dices eso? Tú fuiste el que anunció que era tu maldita