El auto se detiene frente al hospital y mi corazón da un vuelco. Todo parece tan silencioso en mi interior, a pesar del ruido de la ciudad que se cuela por las ventanas. Tomo una respiración profunda antes de salir, ajustándome la chaqueta. Franklin con amabilidad baja mi maleta y me despido de él con un bajo adiós. Me aseguro de que la maleta y el bolso estén bien sujetos. Mis manos tiemblan apenas, y no es por el frío de la mañana. Es por la mezcla de ansiedad y amor que me envuelve.
Camino por los pasillos hasta encontrar la habitación de mi madre. Apenas entró, la veo recostada sobre la cama del hospital, con la sábana blanca cubriendo su cuerpo y un gorro quirúrgico sobre su cabello. Sus ojos se iluminan al verme, y una sonrisa se dibuja en su rostro, cansado pero cálido.
—Nicole… cariño —murmura, y mi pecho se llena de un alivio inmediato. —Me inclino sobre ella y la abrazo con fuerza, dejando que mi cabeza se apoye un instante en su hombro. Su piel esta fría bajo mis manos, per