Debra, el ama de llaves de Alexander, es igual o peor de silenciosa que su jefe. La mujer de mediana edad viene dos días a la semana y puede encontrar la suciedad como si fuera un sargento en cuartel. Mi ropa aparece limpia en los cajones, aunque yo insista en esconderla para hacer una lavada semanal. No estoy acostumbrada a que manos ajenas toquen mi ropa y es… raro. Pero Debra es un hueso duro de roer. He escondido mi ropa en el closet, debajo del lavado y hasta debajo de la cama, pero ella la encuentra.
Llego a la cocina y ella está frente a la estufa preparando una salsa que huele de maravilla. Ella prepara varias comidas, y sazona algunas más que solo necesitan poco tiempo en el horno para estar.
—Eso huele delicioso —espeto mientras me sirvo un vaso con agua y tomo asiento en uno de los taburetes.
Ella me da una sonrisa amable.
—Estoy haciendo una salsa que pueden acompañar con cualquier comida —se da la vuelta y deja frente a mí un plato con unos canolis que huelen delicioso —e