CAPÍTULO 12

Mis ojos siguen fijos en la tablet nueva, ahí, sobre la mesa de noche. El brillo de su pantalla apagada me devuelve un reflejo tenue, distorsionado por la luz cálida de la lámpara. No sé cómo sentirme. Es un regalo… pero no es solo un regalo. Él lo supo. Supo que la mía ya no funcionaba bien con solo verla una vez, como si hubiera leído en sus grietas, en sus retrasos, en su pantalla cansada, una necesidad que ni siquiera yo había expresado en voz alta.

No puedo dejar de pensar en eso. La precisión con la que se anticipó. No preguntó, no tanteó, no ofreció opciones. Simplemente, apareció con algo que no solo solucionaba un problema, sino que lo hacía desaparecer como si nunca hubiera existido.

Me remuevo bajo las sábanas. El algodón fresco roza mi piel y me recuerda que no estoy en mi cama, que esta habitación no es mía, aunque me reciba cada noche como si quisiera convencerme de lo contrario. Mi mirada vuelve a la tablet. Sé que no es normal que un simple objeto me genere tantas emoc
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