Nunca imaginé que el silencio de un hospital pudiera pesar tanto. Cuando el todoterreno se detiene frente a las puertas de emergencia de Hamptons, siento que el aire me abandona por completo. Las luces frías, los pasos apresurados, el olor a desinfectante… todo se mezcla con el recuerdo del disparo, repitiéndose en mi cabeza una y otra vez como un eco insoportable.
Alexander baja antes de que apague el motor. Lo sigo, casi corriendo, sin sentir mis piernas. La camilla donde transportan a Alexis desaparece por un pasillo mientras los paramédicos hablan en términos que no alcanzo a comprender.
Hemorragia.
Riesgo.
Inestable.
Traslado.
Los sonidos se mezclan con el latido desbocado dentro de mis oídos.
Nos dejan en la sala de espera mientras intentan estabilizarlo. Charlotte está sentada, rígida, con las manos unidas sobre el regazo como si rezara sin decir palabra. Su mirada está perdida, sostenida en un punto invisible. Yo sé que no está viendo el suelo… sino todos los años vividos con