El olor a pólvora, químico y metálico, llena mis fosas nasales, quemándome los pulmones. Estoy de rodillas, con los brazos apretados alrededor de Charlotte.
¡Alexander!
Mi mente me grita y me obligo a levantar la cabeza, el miedo paralizando mi sistema nervioso, pero la necesidad de saber es más fuerte. La escena que encuentro es un caos. Katya está en el suelo, retorciéndose. Alexander está encima de ella, sujetando su muñeca. Está bien. El alivio es una punzada tan violenta que me marea.
Pero luego veo a Alexis.
Alexis está de rodillas a pocos metros. Se ha soltado de la pelea y está encorvado sobre sí mismo. Su mano derecha está presionada con fuerza contra su costado, justo debajo de sus costillas. Y en el suelo y bajo su mano, el color de la alfombra se está oscureciendo con un rojo carmesí, espeso y brillante que se extiende lentamente.
La bala no ha dado en Alexander. Ha dado en Alexis.
El zumbido se disipa y la realidad me golpea con una fuerza abrumadora. El grito de Katya, a