Aurora pasó la mañana encerrada en el estudio, fingiendo revisar documentos que no lograba leer. La discusión de la noche anterior y el arrepentimiento de Alexander seguían clavadas en su pecho como astillas. La casa se sentía fría, demasiado silenciosa sin Alexander rondando por los pasillos.
El timbre de su celular vibró sobre la mesa. Era un mensaje de Richard:
“Aurora, Alexander está hecho pedazos. Dale una oportunidad por favor, ya sabes que a veces es un cabeza hueca, impulsivo y arrogante, pero te ama, lo está intentando todo para cambiar su actitud y no volver a equivocarse, De verdad.”
Ella suspiró, sin responder. Aún no estaba lista.
Minutos después, Alfred llamó suavemente a la puerta.
—Señora Aurora, disculpe… el señor Alexander pidió que le entregara esto.
Le extendió un sobre blanco, grueso, con su nombre escrito a mano. Aurora lo tomó con cautela. Al abrirlo, encontró una sola tarjeta, escrita con la letra elegante de Alexander:
“No quiero forzarte a hablar conmigo, p