karoline, esa mujer manipuladora, la reina del caos que se sentía intocable, quien tanto daño me había hecho en el pasado y que disfrutaba atormentándome, por fin estaba recibiendo una dosis de su propia maldad, estaba desquiciada. La cita con Arthur Hamilton la tenía completamente desequilibrada. Su exesposo, el capo de la mafia, ahora sabía que se casaría con Alan.
A la mañana siguiente de recibir la noticia, Karoline se reunió con Alan para desayunar, buscando una normalidad que ya no existía.
—Me gustaría que pasáramos el día juntos —le había dicho Alan, intentando imponer una cercanía que Karoline no podía soportar en ese momento—. Solo faltan dos días para ir a la casa de campo de los Richmond, y es importante que establezcamos una estrategia. No podemos permitir que Alexander y Aurora nos ganen esta batalla.
Alan estaba preocupado por el futuro de la compañía, por la competencia, por el control. pero no comprendía la verdadera magnitud del desastre que se cernía sobre e