El silencio que siguió a la tormenta de anoche era tan denso que casi se podía palpar. La furia del cielo se había calmado, pero un nuevo y más siniestro caos se gestaba bajo la superficie.
Yo, me despertaba con una extraña sensación de quietud. La noche de confesiones y pasión con Alexander había dejado mi alma exhausta y feliz, y extrañamente ligera. Sin embargo, en el mundo exterior, la maquinaria de la alta sociedad ya estaba en marcha, girando en torno a un evento que me revolvía el estómago, el compromiso de Karoline y Alan.
Mientras yo intentaba procesar mis propios dramas, Karoline se encontraba en el centro de un torbellino de oropel y falsas sonrisas. La mansión Harris se había convertido en un hervidero de felicitaciones. Empresarios, figuras de la alta sociedad y personalidades de todos los rubros la rodeaban. Karoline flotaba, sintiendo que sus sueños, por fin, tomaban forma. Se imaginaba ya a ella y a su hija, Tiffany, ocupando el lugar que, según su retorcida lógi