Promesa de justicia

Las enfermeras corrieron a ayudar a Mel, sus gritos de desesperación se escuchaban por todo el pasillo, por lo que rápidamente fue canalizada a una sala de urgencias. Victoria, su rostro pálido y sudoroso, salió corriendo antes de que pudiera ser vista.

Pero cuando estaba a punto de salir por la puerta principal, una de las encargadas de mantenimiento, una mujer mayor con el cabello recogido, gritó a todo pulmón.

—¡Fue ella! ¡Ella empujó a la señora y por su culpa se puso mal!

Richard alcanzó a escuchar lo que decía la persona de la limpieza e inmediatamente corrió hacia Victoria, sujetándola por el brazo con brusquedad.

—¡No te cansas de hacer daño! —rugió Richard, su voz temblando de rabia—. No es suficiente con hacerle la vida miserable a Alexander y a Aurora, ahora también te metes con mi prometida. ¿Qué clase de persona eres, Victoria?

—No sé de qué diablos estás hablando. Yo no tengo nada que ver con esto, esta mujer está loca —dijo Victoria, intentando zafarse.

—¡Deja de fingir
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