La figura masculina en el umbral era Alan Harris. Se quedó petrificado, su corazón dio un vuelco doloroso al presenciar la escena íntima. Alexander y Aurora estaban abrazados en la cama, inmersos en un beso apasionado y desesperado, una conexión innegable que Alan no podía romper.
Alexander fue el primero en percatarse de la presencia, su instinto protector alertándolo. Levantó la mirada, sus ojos encontrándose con los de Alan en una batalla silenciosa.
Aurora se separó lentamente de Alexander, su rostro sonrojado y avergonzado por la interrupción.
—¿Alan, qué haces aquí? —preguntó Aurora, su voz tensa.
Alan no pudo articular palabra. Se llenó de odio y celos incontrolables. Por más que quisiera, no podía entrar a enfrentarlos en ese momento, sabiendo que Carter y la seguridad estaban cerca. Su mandíbula se tensó, los puños se apretaron a los lados de su cuerpo, una vena palpitando en su sien.
— Lárgate de aquí, Harris, tú no tienes porque estar en este lugar, no te quiero cerca de el