Luisa, la empleada de confianza de Alan, se quedó petrificada al percatarse de lo que Karoline estaba haciendo. El destello de maldad que cruzaba el rostro de Karoline mientras manipulaba el plato no podría tratarse de nada bueno.
—¿Qué le está poniendo a la comida del Señor? —cuestionó Luisa, levantando la voz con una mezcla de miedo y autoridad.
Karoline se giró lentamente, una sonrisa cínica dibujada en su rostro.
—Cuida el tono con el que me hablas, gata estúpida.
—Le pregunté que qué le puso a la comida. No le faltaba ningún ingrediente, yo misma supervisé que todo estuviera bien.
—Solo puse un poco de la medicina que Alan necesita tomar.
—¡El señor Harris no necesita tomar ningún medicamento! Ya sus tratamientos terminaron. Usted está mintiendo, y ahora mismo voy a informarle lo que está pasando —amenazó Luisa, dándose la vuelta.
Cuando estaba a punto de ir a buscar a Alan, Karoline la sujetó por el brazo, arrastrándola hacia la entrada trasera. Luisa forcejeaba, tratando de lib